Había una vez un hombre llamado Scrooge. Era un hombre muy rico, pero también muy egoísta y antipático.
No le gustaba la Navidad ni la felicidad de otras personas. Siempre decía: "¡Bah, tonterías!" cuando alguien le hablaba de Navidad.
Scrooge tenía un empleado llamado Bob Cratchit, un hombre pobre pero amable. Bob trabajaba mucho, pero Scrooge le pagaba muy poco. Bob tenía un hijo enfermo llamado Tim, al que todos llamaban "Pequeño Tim".
A pesar de sus problemas, la familia Cratchit siempre estaba feliz en Navidad.
Una noche, en la víspera de Navidad, Scrooge estaba solo en su casa. De repente, apareció el espíritu de Jacob Marley, su antiguo socio, que murió hace años. Marley llevaba cadenas y parecía muy triste. Le dijo a Scrooge:
"Si sigues siendo egoísta, vas a tener un futuro muy triste como yo. Esta noche, tres espíritus te van a visitar para enseñarte una lección."
Esa noche, Scrooge vio al primer espíritu: el Espíritu de la Navidad Pasada. Este le mostró su infancia, cuando era un niño feliz, y también su juventud, cuando empezó a amar el dinero más que a las personas. Scrooge se sintió triste al recordar cómo perdió a sus amigos y a su prometida.
Luego vino el Espíritu de la Navidad Presente, quien le mostró cómo las personas celebraban la Navidad. Scrooge vio a la familia Cratchit. Aunque eran pobres, estaban felices y agradecidos. También vio al Pequeño Tim, quien estaba muy enfermo pero lleno de esperanza.
Finalmente, llegó el Espíritu de la Navidad Futura. Este espíritu era oscuro y silencioso. Mostró a Scrooge un futuro terrible: su tumba solitaria y la muerte del Pequeño Tim. Scrooge tenía miedo y empezó a llorar.
Cuando despertó, era la mañana de Navidad. Scrooge estaba vivo y tenía una segunda oportunidad. Decidió cambiar su vida. Fue amable con las personas, ayudó a los pobres y trató a Bob Cratchit como a un amigo. También cuidó del Pequeño Tim, quien gracias a su ayuda, mejoró.
Desde entonces, Scrooge celebró la Navidad con alegría y amor, y nunca más fue un hombre egoísta.
Fin.
